Oportunistas

jueves, 17 de septiembre de 2009

Espantapájaros

(Al alcance de todos)
1932

Oliverio Girondo

22
Las mujeres vampiro son menos peligrosas que las
mujeres con un sexo prehensil.
Desde hace siglos, se conocen diversos medios para
protegernos contra las primeras.
Se sabe, por ejemplo, que una fricción de trementina
después del baño, logra en la mayoría de los casos,
inmunizarnos; pues lo único que les gusta a las mujeres
vampiro es el sabor marítimo de nuestra sangre, esa
reminiscencia que perdura en nosotros, de la época en que
fuimos tiburón o cangrejo.
La imposibilidad en que se encuentran de hundirnos su
lanceta en silencio, disminuye, por otra parte, los riesgos de
un ataque imprevisto. Basta con que al oírlas nos hagamos
los muertos para que después de olfatearnos y comprobar
nuestra inmovilidad, revoloteen un instante y nos dejen
tranquilos.
Contra las mujeres de sexo prehensil, en cambio, casi
todas las formas defensivas resultan ineficaces. Sin duda,
los calzoncillos erizables y algunos otros preventivos,
pueden ofrecer sus ventajas; pero la violencia de honda con
que nos arrojan su sexo, rara vez nos da tiempo de
utilizarlos, ya que antes de advertir su presencia, nos
desbarrancan en una montaña rusa de espasmos
interminables, y no tenemos más remedio que resignarnos
a una inmovilidad de meses, si pretendemos recuperar los
kilos que hemos perdido en un instante.
Entre las creaciones que inventa el sexualismo, las
mencionadas, sin embargo, son las menos temibles. Mucho
más peligrosas, sin discusión alguna, resultan las mujeres
eléctricas, y esto, por un simple motivo: las mujeres
eléctricas operan a distancia.
Insensiblemente, a través del tiempo y del espacio, nos
van cargando como un acumulador, hasta que de pronto
entramos en un contacto tan íntimo con ellas, que nos
hospedan sus mismas ondulaciones y sus mismos parásitos.
Es inútil que nos aislemos como un anacoreta o como un
piano. Los pantalones de amianto y los pararrayos
testiculares son iguales a cero. Nuestra carne adquiere,
poco a poco, propiedades de imán. Las tachuelas, los
alfileres, los culos de botella que perforan nuestra
epidermis, nos emparentan con esos fetiches africanos
acribillados de hierros enmohecidos. Progresivamente, las
descargas que ponen a prueba nuestros nervios de alta
tensión, nos galvanizan desde el occipucio hasta las uñas de
los pies. En todo instante se nos escapan de los poros
centenares de chispas que nos obligan a vivir en pelotas.
Hasta que el día menos pensado, la mujer que nos electriza
intensifica tanto sus descargas sexuales, que termina por
electrocutarnos en un espasmo, lleno de interrupciones y de
cortocircuitos.


El poema que nosotras elegimos para relacionar con un aspecto artístico es el poema número 22, en el cual Girondo exterioriza, según nuestra interpretación, un sentimiento de rechazo hacia la hipocresía que lo rodea. Pero lo hace mediante la descripción de mujeres con las que ha tenido experiencia y que lo han aterrorizado, mientras explica una especie de manual para protegerse de ellas. De este modo, el autor sugiere sutilmente que “las mujeres vampiro”, por ejemplo, se aprovechan de nuestra sangre, porque nada más les gusta la reminiscencia de épocas pasadas; una clara alusión a ciertas personas que valen de lo que creen que somos o lo que solíamos ser para obtener beneficios a partir de eso. Tanto las mujeres vampiro como las eléctricas (al referirnos a las vampiro también tenemos en cuenta a las eléctricas), saben de sus encantos y los utilizan para atraparnos. A su vez, el poema habla de una dependencia, que se genera a partir del sentimiento de uno, que es muy fuerte, mientras que el otro solo nos usa, solo somos un objeto para él. El autor describe lo peligroso de entregarse a alguien que realmente no espera lo mismo que nosotros. Es así, como decidimos comparar el poema con la canción “Oportunistas” de Las Pastillas del Abuelo y su letra es la siguiente:



Oportunistas – Las Pastillas del Abuelo

Estás operando mal y todo el mundo lo nota
tu pulso está al tempo lento de un cuentagotas.
Estás apelando mal, seguís sumando falacias
y a tu cliente le facilitas la desgracia.
Unas cuantas Leyes de Murphy
te siguen por doquier,
y ahora soñas con brujerías,
gatos negros, que te quieren morder.
Estás afinando mal, no aguanta más la garganta
te finge la laringe y no sale bien el sosten.
Sos el mejor arquitecto, con un grandísimo disco duro,
no sale un puto laburo, bueh, nadie es perfecto.
Vas por la vida con vasos de agua
e incienzo salvador.
Controla tu vida una bola de cristal
pero igual te hace sentir mejor.
Son los oportunistas de la desesperanza,
mientras más les das, menos les alcanza.
Y juegan con un fuego que a ellos no les quema,
y de repente tu entusiasmo tiene precio.
Adornan tu suerte con velas
tu naipe va a ganar.
Pero esa carta ya está marcada,
bien de entrada, cuando te venga a dar.
Porque son oportunistas de la desesperanza,
mientras más les das, menos les alcanza.
Y juegan con un fuego que a ellos no les quema,
y de repente tu entusiasmo tiene precio.
Juegan con un fuego que a ellos no les quema!!!

En esta canción, observamos también una mención de aquellos que se aprovechan de nosotros y de la manera que tenemos de rechazarlos que es aferrándonos a cosas sobrenaturales, brujerías, supersticiones, en este caso los oportunistas toman ventajas de nosotros en todos los aspectos, se aprovechan de nuestras debilidades para hacerse ellos mas fuertes y conseguir lo que quieren, De manera similar, Girondo muestra como uno se aferra al sexo argumentando la existencia del amor, justificando una actitud sin compasión con esperanzas infundadas. De este modo, ambos textos terminan diciendo que la realidad es otra, poniendo en evidencia a un tipo de persona que utiliza al otro haciéndolo arraigarse a mentiras obvias para justificarse y convencerse de una realidad idealizada. Ambos escritos muestran desprecio hacia los llamados vampiros u oportunistas, pero a la vez la imposibilidad de evitar sentirse atraídos a ellos y caer en sus redes.


Johanna Drewnowicz y Melina Goldenberg.






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